Mapas estratégicos de ruido
En la lucha contra la contaminación acústica, a menudo resulta difícil adoptar acciones que puedan tener efectos positivos en el corto plazo, dado que las administraciones deben conjugar criterios acústicos junto a muchos otros (industria, transporte y movilidad, creación de empleo, crecimiento económico, ocio…). Por eso, resulta necesario adoptar políticas estratégicas que consigan involucrar a los diferentes agentes en dicha lucha, de manera que la contaminación acústica no siga siendo considerado como un factor menor, y sea ponderado con la misma importancia que el resto de factores socioeconómicos y ambientales.
Estas acciones estratégicas ya han demostrado un alto grado de eficacia en la protección medioambiental (por ejemplo, en la reducción de las emisiones contaminantes en vehículos, o en la paulatina reducción del ruido producido por los aviones). En el caso del ruido, el objetivo es crear una tendencia que permita reducir los niveles de ruido ambiental en el largo plazo, involucrando para ello a los diferentes campos de la ciencia y la ingeniería, así como a los distintos niveles de la administración (desde las administraciones locales, como a las autoridades europeas). En este objetivo a largo plazo, los mapas de ruido juegan un papel fundamental, ya que son una herramienta de diagnóstico que permiten alertar a las autoridades competentes, informar al público y concienciar sobre el problema.
Un mapa de ruido consiste una representación gráfica de los niveles sonoros existentes en una zona. Además de la diagnosis, esta herramienta permite evaluar a priori la eficacia de acciones correctoras, en el corto o largo plazo, así como estimar el número de personas expuestas al ruido. Los mapas de ruido son sumamente útiles en el planeamiento urbanístico, la definición de usos del suelo y áreas de sensibilidad acústica, así como para la evaluación del impacto acústico que producirá una activad o infraestructura, incluso antes de su implantación.
Gestión del ruido urbano
La contaminación acústica es uno de los principales problemas medioambientales sin resolver en las ciudades, afectando a un amplio porcentaje de los residentes, que ven reducido su bienestar, su descanso o su calidad de vida por culpa del ruido.
Los mapas estratégicos de ruido y las redes convencionales de monitorado de ruido son herramientas clásicas, que tradicionalmente han sido utilizadas únicamente para diagnosticar el problema de la contaminación acústica (un primer paso, que en muchas ocasiones se convierte en el único paso). Pero, a diferencia de otros contaminantes, algunos de los efectos que provoca en las personas, como la molestia o el estrés, tienen una marcada componente subjetiva que los mapas de ruido y las redes de monitorado tradicionales no recogen.
Los aeropuertos, y algunos ayuntamientos, utilizan habitualmente monitores de ruido para medir las emisiones acústicas, y publican los datos obtenidos. Sin embargo, los afectados por el ruido en muchas ocasiones manifiestan desconfianza acerca de los valores publicados, o discrepancia con los indicadores utilizados, o, en la mayor parte de los casos, un desconocimiento real de la información suministrada. Esto se debe a lo erróneo de la concepción de las estrategias de concienciación y comunicación unidireccionales, en las que el ciudadano (y el resto de agentes) son meros espectadores.
Una de las líneas principales de investigación del Grupo I2A2 pretende explorar vías alternativas y complementarias para solucionar el problema del ruido, focalizando el problema en los aspectos subjetivos, y en la interacción con la ciudadanía. Más allá de diagnosticar el problema mediante medidas, se plantea una nuevo enfoque para avanzar en la reducción de los efectos que el ruido provoca, gracias a los avances de la sociedad digital y el desarrollo de ciudades inteligentes.
Este nuevo enfoque se basa en el modelo de gestión Policy Making 3.0. Se trata un modelo de gestión participativo y soportado por evidencias, según el cual los gestores y el resto de agentes involucrados interaccionan, atendiendo a las evidencias científicas así como a los sentimientos y aspiraciones de las partes implicadas.
Se trata por tanto de desplegar las herramientas necesarias para caracterizar adecuadamente la fuente de ruido, pero consiguiendo involucrar a la ciudadanía, y lograr una interacción que permita concienciar a la sociedad en todos sus niveles, para lo cual es especialmente necesario lograr la interacción con aquellos agentes más expuestos al problema del ruido, como pueden ser los residentes en una zona de ocio, a los que es preciso colocar en el foco de atención, y transmitirles claramente esta circunstancia.
Paisaje sonoro
El criterio de paisaje sonoro traslada la problemática del estudio del ambiente acústico desde los espacios o áreas habitacionales, enfocado desde la molestia que produce el ruido, a los espacios urbanos abiertos de uso
colectivo, estudiado a partir de la capacidad de los sonidos dar identidad y calidad a un espacio.
El concepto de paisaje sonoro o soundscape fue propuesto por Raymond Murray Schafer en 1969 bajo el principio de que el sonido debería ser considerado como un medio de comunicación entre el hombre y el ambiente urbano. El concepto acuñado por Schafer es expresado como el “entorno sonoro concreto de un lugar real determinado, y que es intrínsecamente local y específico a cada lugar”. La terminología de Schafer ayuda a expresar la idea de que el sonido de una localidad particular puede manifestar la identidad de una comunidad de tal manera que los asentamientos pueden ser diferenciados por su paisaje sonoro.
Cada sociedad particular condiciona la producción de sus propios sonidos y la forma de percibirlos. Esto permite considerar el sonido como uno de los factores que definen el sentido “de lugar” o “no lugar” de un determinado espacio urbano. Para Marc Auge, un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico; por el contrario un espacio que no pueda definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, es considerado un no lugar. Auge considera que la “sobremodernidad” es productora de no lugares, de espacios que no son en sí lugares antropológicos, es decir espacios diseñados y desarrollados por y para el hombre de una determinada sociedad. Evidentemente los sonidos y su capacidad evocativa y caracterizadora del ambiente no pueden ser dejados de lado en la construcción y recuperación de los lugares antropológicos. Esta cultura urbana es
particular y propia de cada sociedad. Los espacios públicos, con su paisaje sonoro, forman parte de la construcción de la identidad urbana de una ciudad.
Ciudades Inteligentes
Más allá de la contaminación acústica, el sonido de una ciudad lleva aparejada información, que puede ser empleada en diferentes ámbitos. Claramente relacionado con el crecimiento de las TICS y las redes de sensores en las Ciudades del Futuro, desarrollo de instrumentación avanzada permitirá extraer dicha información y ponerla al servicio de algunos de los servicios de la ciudad.
A continuación se plantean algunas de las posibilidades abiertas para el desarrollo de investigación en la materia:
- Reconocimiento y clasificación de sonidos. Puede permitir detectar las sirenas de vehículos de emergencia, o alarmas, detectar rellertas, o situaciones de congestión de tráfico, detección de vehículos en doble fila…
Localización de fuentes sonoras. Detectar la procedencia de un sonido puede permitir puede ser de utilidad en determinadas aplicaciones relacionadas con la seguridad.
En la lucha contra la contaminación acústica, a menudo resulta difícil adoptar acciones que puedan tener efectos positivos en el corto plazo, dado que las administraciones deben conjugar criterios acústicos junto a muchos otros (industria, transporte y movilidad, creación de empleo, crecimiento económico, ocio…). Por eso, resulta necesario adoptar políticas estratégicas que consigan involucrar a los diferentes agentes en dicha lucha, de manera que la contaminación acústica no siga siendo considerado como un factor menor, y sea ponderado con la misma importancia que el resto de factores socioeconómicos y ambientales.
Estas acciones estratégicas ya han demostrado un alto grado de eficacia en la protección medioambiental (por ejemplo, en la reducción de las emisiones contaminantes en vehículos, o en la paulatina reducción del ruido producido por los aviones). En el caso del ruido, el objetivo es crear una tendencia que permita reducir los niveles de ruido ambiental en el largo plazo, involucrando para ello a los diferentes campos de la ciencia y la ingeniería, así como a los distintos niveles de la administración (desde las administraciones locales, como a las autoridades europeas). En este objetivo a largo plazo, los mapas de ruido juegan un papel fundamental, ya que son una herramienta de diagnóstico que permiten alertar a las autoridades competentes, informar al público y concienciar sobre el problema.
Un mapa de ruido consiste una representación gráfica de los niveles sonoros existentes en una zona. Además de la diagnosis, esta herramienta permite evaluar a priori la eficacia de acciones correctoras, en el corto o largo plazo, así como estimar el número de personas expuestas al ruido. Los mapas de ruido son sumamente útiles en el planeamiento urbanístico, la definición de usos del suelo y áreas de sensibilidad acústica, así como para la evaluación del impacto acústico que producirá una activad o infraestructura, incluso antes de su implantación.
Gestión del ruido urbano
La contaminación acústica es uno de los principales problemas medioambientales sin resolver en las ciudades, afectando a un amplio porcentaje de los residentes, que ven reducido su bienestar, su descanso o su calidad de vida por culpa del ruido.
Los mapas estratégicos de ruido y las redes convencionales de monitorado de ruido son herramientas clásicas, que tradicionalmente han sido utilizadas únicamente para diagnosticar el problema de la contaminación acústica (un primer paso, que en muchas ocasiones se convierte en el único paso). Pero, a diferencia de otros contaminantes, algunos de los efectos que provoca en las personas, como la molestia o el estrés, tienen una marcada componente subjetiva que los mapas de ruido y las redes de monitorado tradicionales no recogen.
Los aeropuertos, y algunos ayuntamientos, utilizan habitualmente monitores de ruido para medir las emisiones acústicas, y publican los datos obtenidos. Sin embargo, los afectados por el ruido en muchas ocasiones manifiestan desconfianza acerca de los valores publicados, o discrepancia con los indicadores utilizados, o, en la mayor parte de los casos, un desconocimiento real de la información suministrada. Esto se debe a lo erróneo de la concepción de las estrategias de concienciación y comunicación unidireccionales, en las que el ciudadano (y el resto de agentes) son meros espectadores.
Una de las líneas principales de investigación del Grupo I2A2 pretende explorar vías alternativas y complementarias para solucionar el problema del ruido, focalizando el problema en los aspectos subjetivos, y en la interacción con la ciudadanía. Más allá de diagnosticar el problema mediante medidas, se plantea una nuevo enfoque para avanzar en la reducción de los efectos que el ruido provoca, gracias a los avances de la sociedad digital y el desarrollo de ciudades inteligentes.
Este nuevo enfoque se basa en el modelo de gestión Policy Making 3.0. Se trata un modelo de gestión participativo y soportado por evidencias, según el cual los gestores y el resto de agentes involucrados interaccionan, atendiendo a las evidencias científicas así como a los sentimientos y aspiraciones de las partes implicadas.
Se trata por tanto de desplegar las herramientas necesarias para caracterizar adecuadamente la fuente de ruido, pero consiguiendo involucrar a la ciudadanía, y lograr una interacción que permita concienciar a la sociedad en todos sus niveles, para lo cual es especialmente necesario lograr la interacción con aquellos agentes más expuestos al problema del ruido, como pueden ser los residentes en una zona de ocio, a los que es preciso colocar en el foco de atención, y transmitirles claramente esta circunstancia.
Paisaje sonoro
El criterio de paisaje sonoro traslada la problemática del estudio del ambiente acústico desde los espacios o áreas habitacionales, enfocado desde la molestia que produce el ruido, a los espacios urbanos abiertos de uso
colectivo, estudiado a partir de la capacidad de los sonidos dar identidad y calidad a un espacio.
El concepto de paisaje sonoro o soundscape fue propuesto por Raymond Murray Schafer en 1969 bajo el principio de que el sonido debería ser considerado como un medio de comunicación entre el hombre y el ambiente urbano. El concepto acuñado por Schafer es expresado como el “entorno sonoro concreto de un lugar real determinado, y que es intrínsecamente local y específico a cada lugar”. La terminología de Schafer ayuda a expresar la idea de que el sonido de una localidad particular puede manifestar la identidad de una comunidad de tal manera que los asentamientos pueden ser diferenciados por su paisaje sonoro.
Cada sociedad particular condiciona la producción de sus propios sonidos y la forma de percibirlos. Esto permite considerar el sonido como uno de los factores que definen el sentido “de lugar” o “no lugar” de un determinado espacio urbano. Para Marc Auge, un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico; por el contrario un espacio que no pueda definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, es considerado un no lugar. Auge considera que la “sobremodernidad” es productora de no lugares, de espacios que no son en sí lugares antropológicos, es decir espacios diseñados y desarrollados por y para el hombre de una determinada sociedad. Evidentemente los sonidos y su capacidad evocativa y caracterizadora del ambiente no pueden ser dejados de lado en la construcción y recuperación de los lugares antropológicos. Esta cultura urbana es
particular y propia de cada sociedad. Los espacios públicos, con su paisaje sonoro, forman parte de la construcción de la identidad urbana de una ciudad.
Ciudades Inteligentes
Más allá de la contaminación acústica, el sonido de una ciudad lleva aparejada información, que puede ser empleada en diferentes ámbitos. Claramente relacionado con el crecimiento de las TICS y las redes de sensores en las Ciudades del Futuro, desarrollo de instrumentación avanzada permitirá extraer dicha información y ponerla al servicio de algunos de los servicios de la ciudad.
A continuación se plantean algunas de las posibilidades abiertas para el desarrollo de investigación en la materia:
- Reconocimiento y clasificación de sonidos. Puede permitir detectar las sirenas de vehículos de emergencia, o alarmas, detectar rellertas, o situaciones de congestión de tráfico, detección de vehículos en doble fila…
Localización de fuentes sonoras. Detectar la procedencia de un sonido puede permitir puede ser de utilidad en determinadas aplicaciones relacionadas con la seguridad.
El criterio de paisaje sonoro traslada la problemática del estudio del ambiente acústico desde los espacios o áreas habitacionales, enfocado desde la molestia que produce el ruido, a los espacios urbanos abiertos de uso
colectivo, estudiado a partir de la capacidad de los sonidos dar identidad y calidad a un espacio.
El concepto de paisaje sonoro o soundscape fue propuesto por Raymond Murray Schafer en 1969 bajo el principio de que el sonido debería ser considerado como un medio de comunicación entre el hombre y el ambiente urbano. El concepto acuñado por Schafer es expresado como el “entorno sonoro concreto de un lugar real determinado, y que es intrínsecamente local y específico a cada lugar”. La terminología de Schafer ayuda a expresar la idea de que el sonido de una localidad particular puede manifestar la identidad de una comunidad de tal manera que los asentamientos pueden ser diferenciados por su paisaje sonoro.
Cada sociedad particular condiciona la producción de sus propios sonidos y la forma de percibirlos. Esto permite considerar el sonido como uno de los factores que definen el sentido “de lugar” o “no lugar” de un determinado espacio urbano. Para Marc Auge, un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico; por el contrario un espacio que no pueda definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, es considerado un no lugar. Auge considera que la “sobremodernidad” es productora de no lugares, de espacios que no son en sí lugares antropológicos, es decir espacios diseñados y desarrollados por y para el hombre de una determinada sociedad. Evidentemente los sonidos y su capacidad evocativa y caracterizadora del ambiente no pueden ser dejados de lado en la construcción y recuperación de los lugares antropológicos. Esta cultura urbana es
particular y propia de cada sociedad. Los espacios públicos, con su paisaje sonoro, forman parte de la construcción de la identidad urbana de una ciudad.
Ciudades Inteligentes
Más allá de la contaminación acústica, el sonido de una ciudad lleva aparejada información, que puede ser empleada en diferentes ámbitos. Claramente relacionado con el crecimiento de las TICS y las redes de sensores en las Ciudades del Futuro, desarrollo de instrumentación avanzada permitirá extraer dicha información y ponerla al servicio de algunos de los servicios de la ciudad.
A continuación se plantean algunas de las posibilidades abiertas para el desarrollo de investigación en la materia:
- Reconocimiento y clasificación de sonidos. Puede permitir detectar las sirenas de vehículos de emergencia, o alarmas, detectar rellertas, o situaciones de congestión de tráfico, detección de vehículos en doble fila…
Localización de fuentes sonoras. Detectar la procedencia de un sonido puede permitir puede ser de utilidad en determinadas aplicaciones relacionadas con la seguridad.